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El mejor tratamiento para el hígado graso es también muy cansado

La pandemia de covid-19 ha eclipsado a otras enfermedades, incluso otras pandemias, como la del sobrepeso y la obesidad, que afecta a más de la mitad de la población, según los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) , con importantes consecuencias que van desde diabetes, cáncer, hipertensión (que mata diariamente a 28.000 personas) e hígado graso no alcohólico (EHGNA)

Esta última enfermedad (llamada esteatosis hepática) afecta a más del 25% de la población adulta, y es la principal causa de enfermedad hepática crónica (y también de cirrosis y cáncer de hígado en los países desarrollados). No da síntomas, por lo que cuando se detecta se encuentra en fases 1 o 2, y aunque generalmente no reviste complicaciones, en algunos casos evoluciona hacia fibrosis que incluso requiere de trasplante de hígado. El tratamiento consiste, principalmente, en dieta y pérdida de peso un enfoque que puede cambiar a raíz de una investigación de un equipo multidisciplinar del Trinity College de Dublin, que ha encontrado que el ejercicio aeróbico consigue mejorías superiores a las que se alcanzan al adelgazar.

Doce semanas de ejercicio aeróbico disminuye a la mitad la fibrosis hepática, reduce la cintura y tiene beneficios cardiometabólicos

El estudio, que se ha publicado en la revista médica ‘Alimentary Pharmacology and Therapeutics’ ha comprobado que 12 semanas de ejercicio aeróbico intenso reducen un 58% la fibrosis del hígado, aunque no haya adelgazamiento. También diosminuye la cintura (que es un indicador de grasa visceral) y la cantidad de grasa, pero no consigue pérdidas de peso superiores al 7%, que es lo que se considera como punto de partida para aliviar la EHGNA.

Plan de entrenamiento

Philip O’Gorman, del Departamento de Fisioterapia del Trinity College y autor principal del trabajo junto a la hepatóloga Sara Naimimohasses, asegura que «los beneficios del entrenamiento aeróbico en los resultados hepáticos y cardiometabólicos son muy claros”, una afirmación que está fundamentada en los resultados de las biopsias hepáticas.

El plan de entrenamiento consistía en tres o cinco sesiones de ejercicio semanales, de algo menos de una hora de duración, de las que entre una y tres fueron dirigidas por un especialista, y el resto libres. En las sesiones supervisadas, los primeros 5 a 7 minutos se dedicaron al calentamiento (para aumentar el gasto cardiaco, enviar sangre a los músculos y aumentar la temperatura corporal); después se hicieron entre 21 y 42 minutos de ejercicio aeróbico alternando cinta de correr, bicicleta y elíptica, pero siempre haciendo, al menos, 10 minutos seguidos de cada modalidad.

Doce semanas con este programa fueron suficientes obtener una clara mejoría de la enfermedad de hígado graso. Sin embargo, y aquí viene la parte menos halagüeña del trabajo, la mejoría conseguida no se mantuvo después de un año. Además, el número de participantes en el estudio fue de tan solo 24.

A pesar de todo, los autores defienden la consistencia de sus resultados, que podrían deberse al efecto del ejercicio aeróbico sobre la inflamación crónica de la enfermedad hepática. O’Gorman defiende que estos hallazgos “sugieren que existe una necesidad urgente de mejorar el ejercicio en el entorno comunitario, ya que los beneficios de la intervención con ejercicio no se sostuvieron longitudinalmente».

En su opinión, es preocupante que haya pocos o ningún sistema de referencia de ejercicio en los departamentos hospitalarios a pesar de los claros beneficios que ofrece y reclama la creación de unidades de referencia de actividad física a las que los médicos puedan derivar a estos pacientes.

Prevenir comiendo

Precisamente, la promoción de la actividad física es una de las prioridades en las estrategias de salud pública de todo el mundo, ya que, junto con la dieta, es la mejor prevención frente a numerosas enfermedades, como el cáncer (en Alimente hemos contado que el ejercicio puede prevenir hasta 7 tipos de cáncer), y también para mantener los beneficos a largo plazo.

Foto: unsplash/@louishansel
Foto: unsplash/@louishansel

En cuanto a la dieta, la ciencia ha encontrado beneficios en el consumo de alimentos antioxidantes, como las cerezas. el té verde o los vegetales crucíferos (coles de Bruselas, brócoli, etc). Sin embargo, en líneas generales, la dieta para la enfermedad del hígado graso está orientada a un control de calorías que favorezca la pérdida de peso.

Lo primero es aumentar el consumo de fibra y reducir el de azúcares simples y grasas saturadas, primar la ingesta de ácidos grasos omega 3 y aceite de oliva y suprimir las bebidas alcohólicas. Se recomienda incrementar las frutas y verduras de la dieta, los alimentos ricos en vitamina A, C, E y selenio (pescados azules, tomates, espinacas, pimientos, nueces, etc).

Una correcta hidratación y el ejercicio físico regular (moderado a intenso) completa la mejor receta, por ahora, frente a la pandemia de EHGNA.

Por

A. Gómez

04/08/2020 – 05:00

articulo recogido de la web https://www.alimente.elconfidencial.com/autores/angeles-gomez-2794/

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